Y para terminar esta serie de los IG Nobel, mencionar que en 1999 se concedió A Charl Fourie y Michelle Wong, de Johannesburgo, Sudáfrica, el de la paz «por inventar un dispositivo anti-robo para coches consistente en un circuito de detección, una alarma y un lanzallamas».

Esta alarma de coches lanzallamas también fue conocido como “El Lanzallamas BMW”. A finales de los 90 y a principios del nuevo siglo, Sudáfrica, y especialmente Johannesburgo, tenían el triste título de ser la capital mundial de la delincuencia. Siendo la ciudad con más casos de asesinatos, atracos, violaciones y robos de coche per cápita del mundo.

Es en este ambiente de violencia atroz, que el citado Charles Fourie presenta su curioso sistema antirrobo. Constaba de un lanzallamas de gas licuado de petróleo que iba instalado a los lados del coche justo debajo de las puertas. De este modo, cuando un grupo de delincuentes interrumpían el tráfico para atracarte (algo muy común), podías activar mediante un interruptor el sistema lanzallamas, emitiendo llamas de hasta 2 metros de alcance.

Aunque parezca mentira, el propio Fourie defendía que las llamas como mucho podían dejarte ciego, pero nunca matarte. En cuanto a la reglamentación sudafricana, contemplaba como legal su uso para defensa personal llegándose a construir cientos de unidades para distintos vehículos. Organizaciones como la Asociación del Automóvil de Sudáfrica, se opusieron firmemente a su uso. Argumentaban que esto empeoraba el problema, dado que los atracadores ahora dispararían contra los ocupantes del vehículo por el miedo a ser atacados con el lanzallamas. El declive llegaría por motivos de negocio. Su elevado precio (650$) no contaba con la suficiente demanda. Ante esto, se lanzó una versión más económica y de bolsillo, pero también terminó fracasando.

Ilustración 1: “El Lanzallamas BMW” en acción.

Y en 1991, en su primera edición, recibió el Ig Nobel de biología Robert Klark Graham, selector de semillas y profeta de la propagación, por la creación del Repository for Germinal Choice, un banco de espermatozoides que sólo acepta donaciones de ganadores de Olimpiadas o Premios Nobel.

Nacido en Michigan en 1906, fue un genetista y optometrista estadounidense. Amasó una gran fortuna al inventar una variedad de lentes de plástico irrompible para gafas. En 1980 fundó el “Depósito para Opción Germinal” [Repository For Germinal Choice (RFGC)], un “banco de esperma para genios”, con la esperanza de implantar un programa eugenésico.

Ilustración 2: Robert Klark Graham.

Inicialmente, Graham pretendía obtener esperma solo de ganadores del Premio Nobel, pero la escasez de donantes y la baja calidad de su esperma, debido a la edad, le obligaron a establecer unos criterios más flexibles.

Estas condiciones acabaron siendo numerosas y precisas. Por ejemplo, la pareja que recibía el esperma estaba obligada a casarse y los donantes tenían que tener un CI extremadamente elevado, aunque posteriormente el banco ablandó su política aceptando como donantes tanto a campeones olímpicos como a académicos.

En 1983, el banco de esperma de Graham tenía el honor de disponer de 19 genios como donantes, entre los que se encontraban William Bradford Shockley (Premio Nobel de Física en 1956, partidario de la eugenesia) y dos científicos anónimos ganadores del Premio Nobel.

El banco fue cerrado en 1999, dos años después de la muerte de su fundador. Desde su apertura, 218 niños nacieron gracias él.

A mí todo este asunto me recuerda la anécdota, probablemente apócrifa, de Einstein y la ganadora de un concurso de belleza. En una recepción se le acercó la ínclita miss al genio y le dijo algo así como “Imagínese los hijos que tendríamos usted y yo, serían perfectos, nacerían con mi físico y con su inteligencia” a lo cual el mordaz científico replicó algo parecido a “no seamos tan optimistas, no vaya a ser que nazcan con mi físico y con su inteligencia”. Pues eso.

El propósito principal de Graham era mejorar la raza humana, así como nutrirla de nuevos genios. Esta forma de eugenesia «positiva», que tenía como propósito incrementar el número de individuos «adecuados», despertó una gran controversia. Sin embargo, incluso sus críticos reconocen que gracias a él se abrieron nuevas y grandes perspectivas para lo que ahora es el millonario negocio de la inseminación artificial.

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