Y sin embargo la patente de Fractus no sería la patente española más rentable de la historia, aun siéndolo mucho dado el sector tecnológico al que pertenece. La patente española que más beneficios ha reportado se debe a una asturiana nacida en 1938 discípula del premio nobel español Severo Ochoa y que trabaja investigando en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa de Madrid, llamada Margarita Salas.
Hace más de cuarenta años, y dentro de sus investigaciones rutinarias, a Margarita se le ocurrió infectar a la bacteria Bacillus subtilis (un vulgar y corriente bacilo de laboratorio) con el virus Phi29 (otro vulgar y corriente virus de los muchos que hay con su nombre matriculado pululando en un laboratorio). Y con esa infestación, al aislar las proteínas que generaba la bacteria al traducir el material genético del virus insertado en su ADN encontró una proteína nueva que fue bautizada como DNA Polimerasa ϕ29. Una proteína más aislada en un laboratorio de bioquímica molecular, intranscendente si pensamos que eso ocurre casi diariamente varias veces en el mundo.
Pero no era una proteína más, era una encima implicada en los procesos de replicación del ADN, lo que los biólogos denominan una ADN polimerasa. Pero tampoco era una polimerasa vulgar, para nada, ni mucho menos. Su descubrimiento permite amplificar el ADN, es una proteína que actúa como un amplificador del ADN. Esta proteína tiene la particularidad de actuar como encima a una velocidad de copiado del ADN muy elevada, sin precedente alguno hasta su descubrimiento. Esto multiplica casi exponencialmente las posibilidades de observación, secuenciación o manipulación del ADN, así amplificado.
Miles de genetistas, biólogos, forenses o peritos policiales en sus laboratorios trabajan cada día con muestras de ADN, normalmente muy escasas y no siempre cuentan con la cantidad suficiente para poder realizar sus pruebas o experimentos. Digamos que necesitan copiar esas escasas muestras rápidamente para verlo más grande y abundante el ADN (hablando en términos vulgares en cuanto al significado bioquímico de amplificar) y poder llevar a cabo su trabajo. Y esto justamente es lo que permite la DNA Polimerasa ϕ29.
Fue patentada en 1989 con el número de registro europeo 90.908.867, a nombre del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el mayor centro de investigación español de titularidad estatal), inversión pública en I+D+I bien aprovechada. Aunque su verdadero éxito comercial tardó un poco más aun en suceder, en concreto su periodo estrella fue entre 2003 y 2009, año este último en que caducaba la patente. Se calcula a ojo de buen cubero, que en cada uno de esos años dicha patente generó unos beneficios superiores al millón de euros, que se repartieron (parece ser, que sobre estos asuntos siempre se guarda un discreto silencio) equitativamente al 50% entre el CSIC y Margarita Salas y su equipo. Lo cual supuso el 50% de los beneficios por royalties de las miles y miles de patentes propiedad del CESIC, durante todos esos años.
Como no, los medios se han encargado de poner en entredicho a Margarita Salas y afirmar que el investigador gallego Luis Blanco Dávila fue el primer firmante de la patente y el principal autor del trabajo; y que por tanto habría que atribuirle a él el descubrimiento.
En la actualidad son equipos de investigadores los que realizan los descubrimientos, no se hacen nunca de forma individual (salvo muy raras y escasas ocasiones, ya no estamos en el renacimiento), y la práctica científica hace que se considere como descubridor al jefe del equipo o del laboratorio donde se desarrolla la investigación, y en ambos casos esa es Margarita Salas; bajo su tutela estaba el equipo de investigadores y ella era la jefa del laboratorio del CSIC. Y puede que sea injusto, en el sentido de que gran parte del trabajo lo realizara efectivamente Luis Blanco, pero así son las investigaciones y así son las patentes.
Tampoco conocemos el nombre del grumete que iba en la carabela que descubrió América, y puede que él hiciera más por el bienestar de la tripulación o por el buen desarrollo del viaje que el propio Cristóbal Colón, pero el que estaba al mando de la expedición (aunque se pasara borracho todas las jornadas recluido en su camarote, que parece ser que no es el caso) era Cristóbal Colon, y el que descubrió América es él y no el grumete.
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