Al igual que pasaba con la castañuela, que con el nombre clásico de crótalos o címbalos (a gusto del consumidor), existen durante toda la historia documentada de la humanidad. Otro tanto cabe decir de la pandereta, que decora nuestros más tiernos y primarios (por básicos y por primerizos) recuerdos navideños.
Exactamente igual, su sonoro nombre puede llevarnos a equívocos, pero panderetas hay documentadas a lo largo de todo el desarrollo histórico de la humanidad.
Seremos un país de charanga y pandereta, pero para nada los inventores de las panderetas; y como ejemplo fehaciente de lo mismo incluimos imágenes de panderetas fenicias o griegas.
Y con esto terminamos esta impía novena que acabamos de recitar o incluso implorar o rezar declamando en estos últimos capítulos; compuesta de una triada insólita, otra triada castiza y una última desmentida, de inventos nacidos de los recalentados caletres que habitan esta vetusta, ancestral y pintoresca piel de toro llamada España.
Pero no por ello terminamos con las patentes españolas, dejamos para el final, a modo de traca que cierre estos fuegos dialécticos de artificio, las patentes españolas actuales, a las que dedicaremos los siguientes capítulos de esta serie.
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