Y el tercer español en discordia sobre el invento del submarino es Narciso Monturiol un gerundense de Figueras. Hijo de un tonelero, empezó estudios de medicina y terminó sin embrago siendo abogado, que se dedicó a la política. Tiene su correspondiente monumento en su ciudad natal y una réplica de su submarino en el museo marítimo de Barcelona.

Ilustración 1: Réplica del Ictíneo I.

Estando en Cadaqués observó la difícil y peligrosa labor de los recolectores de coral. Esto le llevó a reflexionar sobre las posibilidades de la navegación submarina y, cuando volvió a Barcelona, en septiembre de 1.857 organizó la primera sociedad comercial de España dedicada a la explotación de este tipo de navegación con el nombre de Monturiol, Font, Altadill y Cía., dotada con un capital de 10.000 pesetas. En 1.858, una vez conseguidos los primeros fondos, presentó su proyecto en un opúsculo titulado El «Ictíneo o barco-pez». Su primer submarino, el Ictíneo I, fue botado en el Puerto de Barcelona el 28 de junio de 1.859, y tras una serie de inmersiones en privado, hizo su presentación pública el 23 de septiembre. Ante accionistas, prensa y público en general logró hacer navegar el barco completamente sumergido durante 2 horas y 20 minutos a una profundidad de 20 m, y hacerlo volver a la superficie.

Ilustración 2: Narciso Monturiol.

Las pruebas oficiales se llevarían a cabo en el puerto de Alicante el 7 de marzo de 1.861, con presencia de autoridades de la Marina; el gobierno de Isabel II nombró a varias comisiones de estudio con vistas a ofrecer una ayuda al proyecto que nunca llegó, a pesar del entusiasmo popular y el apoyo de las Sociedades Económicas de Amigos del País. Como consecuencia, Monturiol escribió una carta a la ciudadanía, animando a una suscripción nacional, con la que consiguió 300.000 pesetas de los ciudadanos españoles. Con el capital obtenido y como el Ictíneo I sufrió un accidente en el puerto, se constituyó la empresa La Navegación Submarina con el proyecto de desarrollar el Ictíneo II, que se construyó y botó en 1.864 y que era el doble de grande que su predecesor.

Estaba construido con un doble casco para resistir la presión y a pesar de parecer de baja tecnología tenía ciertos componentes interesantes para su guiado e hidrodinámica, con tanques y válvulas y un peso móvil que servía para controlar los ascensos y descensos. Podía sumergirse hasta dos horas a una profundidad de 20 metros. El material principal en su construcción era madera de olivo con refuerzos de roble y una capa de dos milímetros de cobre.

Tres años más tarde le añadió un motor de vapor, de modo que fue el primer submarino del mundo propulsado por un motor de combustión. Se sumergió en demostraciones más de veinte veces, pudiendo permanecer hasta ocho horas a unos 50 metros de profundidad, aunque su inventor afirmaba que podría llegar hasta 500 metros (algo que nunca comprobó, por su propia seguridad). Para evitar consumir todo el oxígeno mientras estaba sumergido se utilizaba una reacción de clorato potásico, zinc y dióxido de manganeso, que producía suficiente calor como para hervir el agua del motor y que además producía oxígeno sobrante. Esta idea para producir «aire respirable» sin tener que emerger o usar un snorkel se usaría posteriormente en otras máquinas, incluyendo en el primer submarino atómico, el USS Nautilus.

El Ictíneo II atrajo un cierto interés de las altas instancias militares. A pesar de estos éxitos, en 1.867 su compañía quebró y, ante la falta de apoyo, Monturiol decidió desmantelar el submarino y abandonar el proyecto. Quedan, sin embargo, los escritos editados durante su desarrollo y su póstumo «Ensayo sobre el arte de navegar por debajo del agua».

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