Todo en este mundo es factible de ser patentado por muy estrambótico o esperpéntico que sea. Así tenemos al bueno de Flann Randall que en 1999 patentó una PCT o patente internacional (nº de Patente WO 9939598) con lo que él denominó en su patente como “Casco dispensador de sustancias” y que vulgarmente se conoce como “sombrero distribuidor de bebidas”.
Según su propia definición de tal artilugio en la patente se trata de: “Un casco para dispensar una sustancia tiene un recipiente para transportar la sustancia. Una espiga está asegurada al contenedor. La espita se puede abrir para dispensar la sustancia por gravedad, succión, presión o flujo ligero desde el recipiente. La espita se puede cerrar para retener la sustancia en la cámara. Se forma un rebaje en forma de sombrero dentro de la pared inferior del contenedor dimensionado para usarlo en la cabeza de una persona y para mantener el contenedor en una condición independiente durante la deambulación con manos libres del individual”.
En otro párrafo de la misma patente, y para asegurarse patentar también la versión con grifo, afirma “Un casco para dispensar una sustancia tiene un recipiente para transportar la sustancia. Un grifo está asegurado al contenedor. El grifo se puede abrir para dispensar la sustancia por gravedad, succión, presión o flujo leve cuando el recipiente…”.
También añade y se advierte en las notas aclaratorias del invento que se puede añadir calefacción o audio. Hay que patentar todas las variaciones posibles, no vaya a ser que no sea una patente robusta y algún espabilado le añada una pequeña modificación y nos birle los tan deseados royalties.
En las imágenes que acompañan a la patente se muestran unos diseños bastante rústicos, como se aprecia en la imagen anterior, en la que se incrusta o encasqueta uno en la cabeza un pequeño barril de madera de cerveza con un grifo.
Pero hay versiones mucho más sofisticadas y modernas con forma de balón de futbol o de rugby, y materiales mucho más nobles como el cuero o el plástico, con el cual adornarnos la testa de una manera original y pinturera. En las que aparece el mismísimo inventor mostrándonos su funcionamiento, tal y como observamos en las siguientes imágenes.
Todo sea porque los forofos en los eventos deportivos, borrachos como cubas, puedan tener sus manos libres para poder aplaudir a su equipo, meterse los dedos en la boca y silbar chiflando al equipo contrario, sujetar pancartas fascistas, violentas o insultantes, lanzar objetos al árbitro, celebrar lanzando bengalas incendiarias un tanto o pegarse como energúmenos entre ellos; eso sí, con testa coronada de este artilugio raro y sin parangón. Para poder emborracharse como dios manda en un estadio deportivo es imprescindible tener las manos libres y disfrutar con todas las gamberras posibilidades que nos permiten a los que no corremos y miramos desde las gradas.
De todas formas, a pesar de la chanza y chirigota que estamos haciendo a costa del bueno de Flann Randall, probablemente haya solucionado económicamente su vida y la de todos sus herederos por varias generaciones subsiguientes. Ya que versiones de su estrambótica idea se comercializan hace años. Y aunque ya ha pasado el plazo de vigencia de su patente, cascos o sombreros de este tipo siguen actualmente vendiéndose, y parece que a buen ritmo; incluidas las tiendas virtuales online más punteras, como puedan ser Amazon o AliExpress.
La moraleja es que por más ridícula y paradójica que te parezca tu idea sobre un nuevo invento, lo mismo no está de más que intentes patentarla, porque en este desquiciado mundo que nos gastamos lo mismo sales de pobre de una forma totalmente inesperada.
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