Sin embargo existe el honroso antecedente de Jonas Edward Salk, virólogo estadounidense que en 1.955 en la Escuela de Medicina de la Universidad de Pittsburgh descubrió la vacuna contra la polio, y cuando en una entrevista televisiva le preguntaron quien poseía la patente de la vacuna respondió: «No hay patente. ¿Se puede patentar el sol?». Renunció a la patente de su trabajo, afirmando que la vacuna pertenecía a los ciudadanos. Con lo cual dicha vacuna fue totalmente gratuita y se pudo hacer una campaña mundial de vacunación que casi erradicó la polio del planeta; que era por entonces una de las enfermedades más letales, sobre todo en niños, y que históricamente había dejado a millones de personas que sobrevivían a ella con graves secuelas de por vida, al convertirlos en paralíticos.
La única enfermedad que se ha conseguido erradicar mundialmente mediante una vacuna es la viruela. Cuyo último caso de contagio se diagnosticó en 1.977 y la OMS certificó la erradicación en todo el planeta en 1.980. Hay que tener en cuenta que fue la primera vacuna del mundo. La desarrolló Edward Jenner en 1.796 en el Reino Unido, a finales del siglo XVIII, cuando aún no existían como tal las patentes. Sin embargo, el termino de vacuna lo acuñó posteriormente Pasteur en homenaje a Jenner, ya que utilizaba sueros de virus de la viruela de la vaca. Entonces aún no se patentaban productos farmacéuticos; y el no tener patente esta temprana vacuna y ser de dominio público, probablemente haya contribuido a que la de la viruela sea la única vacuna vírica que ha erradicado totalmente a nivel planetario una enfermedad infecciosa. Hay que reconocer que Jenner se volvió rico vendiendo su vacuna a los pudientes, pero también hay que reconocerle su filantropía, que le llevaba a vacunar gratis a todos los pobres en una cabaña del patio de su casa.
Volviendo a la actualidad, cuatro países: Ecuador, Chile, Canadá e Israel ya están sopesando licencias obligatorias para romper las patentes de vacunas contra el coronavirus que abusen por la crisis de la pandemia actual. La cámara de diputados de Chile fue la pionera en marzo, ya que en una resolución permite al gobierno emitir licencias obligatorias para cualquier método de diagnóstico, medicamento o vacuna contra el Covid-19 que se patente. Le siguió la Asamblea Nacional de Ecuador cuya resolución impele al gobierno a emitir licencias obligatorias que permitan eludir todas las patentes relacionadas con las tecnologías medicas del Covid-19.
Es de prever una reacción en cadena del resto de estados a este respecto, y ya se habla de 69 países que posiblemente tomarán medidas para romper las patentes referidas al Covid-19. Lo cual puede; aunque es muy improbable, ya que hay mucho dinero en juego con posibles beneficios gigantescos; que esto retrase o impida la investigación de la vacuna del coronavirus.
Una alternativa la planteó el gobierno de Costa Rica a comienzos de abril al solicitar un mecanismo voluntario de liberación de derechos de patentes auspiciado por la OMS. Inmediatamente el director general de la OMS, Tedros Adhanom, recogió el testigo y apoyó la creación de un banco voluntario de derechos de patentes liberados (léase que se ceden gratuitamente sin esperar royalties) de diagnósticos, medicinas, vacunas, ventiladores, máscaras y otros equipos que puedan compartirse sin costo entre todos los países para combatir la pandemia. La Unión Europea ya ha enviado a la OMS un proyecto para poner en marcha dicho banco en el que, entre otras muchas organizaciones, pide la colaboración explícita de la WIPO.
Puede ser una solución satisfactoria al problema en vez de las licencias obligatorias generalizadas y casi universales, que pueden crear un considerable caos al destrozar el sistema de patentes y agravar aún mucho más los daños económicos de la pandemia a nivel mundial, hasta que se estableciera otro sistema que mantenga la economía capitalista mundial y la imprescindible investigación farmacéutica futura.
El banco de la OMS tiene su talón de Aquiles en ser un proceso voluntario, y fiarlo todo a la filantropía; que por desgracia, a las personas se les supone, pero a las empresas les suena a maldición bíblica de la que hay que huir a toda costa, ya que el único fin de una empresa es obtener beneficios, y cuantos más y más rápidamente mejor.
Un rayo de esperanza a este respecto se ha abierto con las vacunas china, ya que su presidente Xi Jinping, ha aprovechado su comparecencia en la asamblea de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para asegurar que las vacunas que China consiga desarrollar contra el coronavirus «estarán disponibles como bien público global con el fin de que sean accesibles y asequibles para todos los países en desarrollo», movidos quizás por un sentimiento de culpa al haber sido el foco originario de la pandemia o quizás por pura filantropía. Pero ha dejado bien claro que solo para países en desarrollo, el tercer mundo; el resto pasará por caja. Esperemos que cunda el ejemplo de «bien público global» para todas las vacunas del Covid-19 y sin restricciones, que realmente sea global.
El tiempo dirá, como siempre, que ocurre; y si vence la filantropía o si triunfa el egoísmo. Es decir, si mantenemos el sistema vigente de patentes optando por el banco o al bien público global renunciando al beneficio económico o nos cargamos dicho sistema optando por el beneficio económico y su respuesta inmediata de la licencia obligatoria casi universal. La eterna lucha del bien y el mal, porque los humanos somos ambas cosas al mismo tiempo, egoístas y filántropos.
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