Es de esperar que en los próximos meses o incluso años, las solicitudes de patentes de vacunas o tratamientos para combatir la pandemia del coronavirus se presenten casi en aluvión o cascada. Como ocurrió con el VIH, ya que es una enfermedad que afecta al mundo desarrollado, y se pueden obtener pingues beneficios con su comercialización a alto precio en el primer mundo. Si se tratara de una enfermedad como el ébola que afecta casi exclusivamente a países tercermundistas, con recurrentes brotes en las naciones africanas; no ocurriría tal inundación desbordante de patentes; como de hecho ocurre y ocurrirá previsiblemente con la aún pendiente vacuna o tratamiento efectivo del ébola.

Ilustración 1: Coronavirus Covid-19.

Sea como fuere, y sea cual sea el precio de dichos productos farmacéuticos contra el covid-19, los países del tercer mundo seguirán sin poder utilizarlos; como ocurre actualmente con los medicamentos contra el VIH en África, que es una auténtica epidemia fuera de control (pudiéndose controlar e incluso erradicar, como así ocurre en el mundo desarrollado) que cada año siega periódicamente cientos de miles de vidas, única y exclusivamente porque estos estados y sus poblaciones no pueden permitirse el lujo de pagar el precio que los detentadores de las patentes exigen.

También es de suponer, esperemos que así sea, que una o varias de estas vacunas contra el coronavirus sea realmente efectiva. Y entonces se nos abren dos escenarios posibles.

Si la pandemia ya está controlada, ha sido algo puntual ya superado o en francas vías de superarse y mucho más si no se prevé su recurrencia, dichas patentes de vacuna tendrán un vida más o menos normal. Es decir, se comercializarán a un precio razonable, con un abastecimiento adecuado y se respetaran las patentes de las farmacéuticas no incurriendo en licencias obligatorias. Hablamos siempre de países desarrollados o en vías de desarrollo, los países del tercer mundo seguirán sin vacunarse incluso en esta situación, salvo las limitadas campañas de vacunaciones que lleven a cabo las ONG (será una más de las muchas campañas de vacunación universal eternamente pendientes).

Pero si por el contrario estamos en un escenario infernal, en el que la pandemia sigue con toda su virulencia provocando curvas exponenciales de fallecidos, o se producen rebrotes periódicos de la misma o se convierte en una epidemia recurrente sin tratamiento que nos visita cada invierno; en todos estos casos la cruel ley de la oferta y la demanda entrará en juego.

Y la demanda será universal, instantánea y gigantesca para dicha vacuna, es decir, todos los países, todos al mismo

Ilustración 2: Logotipo de la OMS (Organización Mundial de la Salud).

tiempo y en cantidades industriales acudirán al mercado para intentar vacunar a toda su población. Por ser un producto farmacéutico nuevo es también de suponer que la oferta del detentador de la patente será extremadamente limitada en un principio, pero que se negará a compartir dicha patente, ya que el precio al que podrá comercializarla será extremadamente alto en un mercado cautivo y por tanto también serán exorbitantes y casi instantáneos los beneficios económicos que dicho comportamiento trae consigo.

Es de suponer que las potencias intermedias como las ya mencionadas Brasil o India  utilicen licencias obligatorias, incluso que lo haga algún país tercermundista como fue el caso de Ecuador. En el mundo desarrollado es de suponer que no ocurrirá esto, ningún estado blandirá licencias obligatorias, y como mucho los grandes laboratorios se enfrentaran entre si litigando, incluso usando las licencias obligatorias.

Todo esto podría evitarse si los derechos de la vacuna pertenecieran a una organización internacional como la OMS, o le fueran cedidos sin coste por la empresa u organismo que desarrolle la vacuna u otra posibilidad, actualmente ilegal, sería que la propia OMS solicitara una licencia obligatoria mundial de la patente de la vacuna; y que a continuación la OMS pusiera la vacuna gratuitamente a disposición a todos los estados y laboratorios del mundo. Pero esto sí que es seguro que nunca ocurrirá, sería destrozar el sistema de patentes en el que se sustenta la economía capitalista mundial y en el que los grandes laboratorios invierten multimillonarias cantidades de dinero, para mediante la investigación pertinente conseguir nuevas vacunas.

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