Las lenguas romances es el conjunto de lenguas indoeuropeas descendientes de latín. También se las denomina lenguas románicas, lenguas latinas o lenguas neolatinas.
Etimológicamente el termino romance deriva del adverbio “romanice”, que en latín puede traducirse como «en romano».
El latín forma parte de la familia indoeuropea de lenguas itálicas que geográficamente se localizaban en la península italiana, y todas ellas son lenguas muertas o extintas en la actualidad. En este grupo además del latín se encontraban el faslico (en la región del lacio, como el latín), sículo (en Sicilia), venético (en el véneto, la región de Venecia), osco (en la Italia centro-meridional), sabino (en los montes Sabinos de la Italia central) o umbro (hablado en la Italia centro-septentrional). El etrusco, aunque es una lengua muerta de la península italiana, no forma parte de las lenguas itálicas y se considera una lengua aislada.
Actualmente el latín es una lengua muerta, pero fue una lengua litúrgica en uso para los cristianos, hasta la reforme luterana en el siglo XVI (1517) para los protestantes y hasta el Concilio Vaticano II en 1962-1965 para los católicos. Aun así, es una lengua no hablada pero sus locuciones trufan los idiomas modernos (in situ, in vitro, ad honorem, a priori, cum laude, modus operandi, vox populi, sine qua non, ad hoc, carpe diem, in fraganti, habeas corpus, in crescendo, etc.). Al igual que los aforismos o sentencias en latín (alea iacta est, ars longa et vita brevis, cogito ergo sum, requiescat in pace, veni vidi vici, etc). Muchas ramas de las ciencias y las humanidades usan terminología latina con profusión (por ejemplo, el derecho está repleto de términos en latín o la sistemática en biología para indicar el nombre de órdenes, familias, géneros y especies lo hace en latín).
El latín era la lengua del imperio romano, que mediante el proceso que se ha denominado romanización impuso su cultura, su idioma y su administración en todos los territorios conquistados. El imperio romano es el imperio más importante que ha existido en la historia, no por tamaño (ese fue el imperio mongol de Gengis Kan), ni por duración (nada puede competir con los tres mil años del imperio del antiguo Egipto), pero si por troquelar de una manera indeleble la cultura y forma de vida occidental.
Lo que denominamos como Occidente es una cultura greco-romana (por mucho que les pese a los que defienden que es una cultura judeo-cristiana, que salvo en el aspecto religioso es totalmente insignificante si las comparamos). Nuestro concepto occidental del arte, de la ingeniería, de los espectáculos, del derecho, de la política, del urbanismo, y vamos a dejar de imitar a los Monty Python en la vida de Brian enumerando todo lo que les debemos a los romanos, bebe directamente del imperio romano. Y la cultura occidental, por mucho que nos pese o no, es la cultura preponderante en el mundo actual, que ha impuesto su forma de vida o cosmovisión a
nivel planetario.
De hecho, todos los imperios posteriores al romano han intentado reivindicar ser herederos de alguna u otra forma de él, pero quedándose en una pretensión vana cuando no caricaturesca de alcanzar las cotas de importancia del imperio romano para la humanidad. Me refiero al imperio carolingio (que directamente quiso restaurar el imperio romano), al sacro imperio romano germánico (este incluso se reivindicaba heredero en el nombre), al imperio portugués (marítimo), el imperio español (por mucho que exclamara que en él no se ponía el sol), al imperio británico (su máxima aportación para la humanidad actual es la creación de ciertos deportes) o el imperialismo norteamericano (con la cultura del ocio como su mayor aportación, y me refiero al cine básicamente).
En cuanto al origen, evolución o formación de las lenguas romances existen varias teorías actualmente, en concreto las siguientes:
– La teoría tradicional: Que afirma que las lenguas romances proceden del latín vulgar (conjunto de los dialectos vernáculos del latín vivo, hablados en las provincias del Imperio romano) que era el habla cotidiana del vulgo o común de la gente (en contraposición al latín clásico de la administración y literaturas romanas). Aparecería el latín vulgar, entre el 200 y el 400 de nuestra era, tras la caída del imperio romano (entre el 500 y el 600 de nuestra era) empiezan a diferenciarse y distinguirse distintas formas protoromances y a partir del 800 de nuestra era se reconoce la existencia ya de las lenguas romances. En concreto en el sínodo de Tours del año 813 es cuando se considera que la primera lengua romance se separa del latín, y se designa en efecto como una lengua aparte.
– La teoría de sustratos: Según la cual las lenguas romances se originarían y evolucionarán como una mezcla entre el latín y sustratos de lenguas indígenas o aborígenes preexistentes.
– Teoría del superestrato: Que afirma que el origen y evolución de las lenguas romances se debería a una mezcla entre el latín y las lenguas germánicas de los barbaros que invadieron el imperio. Por ejemplo, el francés sería la mezcla del latín con el idioma franco, el español la mezcla del latín con el visigótico o el italiano la mezcla del latín con el ostrogodo y lombardo.
– Teoría de la fragmentación: Propuesta por el lingüista español Menéndez Pidal, en el que las lenguas romances se originarían como consecuencia del aislamiento de núcleos poblacionales, y la deriva propia de la lengua en relación con sus propias exigencias internas en un círculo socio-cultural cerrado.
– Teorías estructuralistas: Que básicamente afirman que no hay una evolución lineal de ningún lenguaje, sino que este se realiza aleatoriamente por acumulación de pequeños cambios lingüísticos necesarios en cada momento y sin relación entre sí.
– La teoría de la periodización: Basada en la teoría de las catástrofes, y los cambios lingüísticos que pueden darse en situaciones extremas. En este caso la catástrofe es la caída del imperio romano, y el desamparo que esto causó en las poblaciones, hizo que estas se cohesionaran localmente intentando mantener su integridad lingüística de distinta forma para superar el trauma.
– Teorías de la disglosia: Que afirman que la dificultad para pronunciar las palabras escritas en latín por los distintos pueblos del imperio sería la causa del origen de las lenguas romances.
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