Gadgets tecnológicos no solo son exclusivos del siglo XXI, tal y como pareciera por los que hemos mostrado en esta serie de artículos, también los hay del siglo XX e incluso del siglo XIX. En este articulo mostraremos un gadget de cada uno de estos siglos.
Empecemos con el del siglo XIX, con las denominadas motos monorueda, aparecieron por primera vez en la década de 1860.
Se pensó que podrían convertirse en una forma genuina de transporte. Afortunadamente, eso nunca sucedió realmente, pero la gente todavía (en la actualidad cuenta con varios modelos, como la rueda McLean de 5 caballos) intenta montarlos por diversión. Incluso se creó el denominado Dynowheel Bus, un autobús integrado en una rueda gigante. Más insólito aún se llegó a diseñar una monorueda para uso militar.
Se trata básicamente de vehículos de una sola rueda con motor y en el interior de la rueda va el sillín, el motor y el manillar o volante, así como pedales para colocar los pies.
Hay problemas obvios con las motos monorueda, incluida la estabilidad, la capacidad de carga limitada y, quizás lo más divertido, el riesgo de girar como un hámster en su rueda. Este último problema es un problema que ocurre si el usuario frena con demasiada fuerza y la fuerza anula la fuerza de gravedad habitual, lo que hace que el conductor vuele alrededor del volante como un hámster en su rueda.
Las motos de una sola rueda en la actualidad se ven ridículas y parecen ser increíblemente peligrosas, poco prácticas y una tontería en la que involucrarse.
El gadget del siglo XX se inventó en Inglaterra en 1936, se llamaron gafas de Hamblin en honor a su inventor el oftalmólogo británico Theodore Hamblin (que por cierto, también da nombre a un glaciar de la Antártida, ya que en la década de 1930 ayudó en la evolución del primer diseño satisfactorio de gafas para la nieve).
En su día tuvieron bastante éxito estas gafas y hoy en día se siguen utilizando sin apenas haber sufrido ningún tipo de variación.
Es normal que hayan perdurado puesto que es una idea sencilla y genial, se basa en la misma idea que los periscopios, consiste en un juego de prismas que hace posible ver los objetos que tenemos en el ángulo inferior de 90º, de modo que si nos tumbamos horizontalmente y miramos al frente con ellas en vez de ver el techo, vemos lo que tenemos justo debajo, que puede ser un libro o la televisión.
Es un invento ingenioso pensado para no forzar las cervicales y poder pasar largo tiempo cómodamente tumbado leyendo o viendo la tele, también son perfectas para personas convalecientes que tienen que pasar largos períodos tumbadas.
Hoy en día, la idea se mantiene exactamente igual y lo único que ha variado ha sido el diseño de las gafas que es un poco más moderno y más grande que aquellas primeras gafas de estilo retro; por lo demás casi cien años después las gafas periscopio, gafas para leer tumbado o gafas para vagos como se las conoce, siguen siendo útiles, extravagantes, prácticas e ingeniosas.
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