Tópicamente se considera como la primera patente, la más antigua, aun con el nombre previo de privilegio; el concedido en 1.421 por la ciudad de Florencia al Arquitecto Filippo Brunelleschi (famoso por construir la cúpula o duomo de la catedral de Florencia).
Este privilegio o patente se le adjudicó con una duración de tres años, y se le otorgó sobre una barcaza diseñada para transportar material de construcción por el río Arno, al que denominó «il Badalone».
Con una grúa para cargar y descargar el mármol que transportaba, según parece. Aunque otros autores afirman que «il Badalone» era un artefacto para transportar piedras a lo largo del río y poder hundirlas a mitad de camino.
Sea como fuere, se trató de un total fiasco, ya que el artilugio se hundiósin llevar a cabo su cometido.
Pero lo importante para nuestros intereses sobre la propiedad industrial es que también se le concedió el derecho a quemar cualquier tipo de navío que copiara sus diseños. En las ciudades de la Italia renacentistas ya era habitual la concesión de monopolios sobre ciertas construcciones o técnicas artesanas, pero lo que distinguió al caso de Brunelleschi fue que esta vez se concedió sobre una invención y el beneficiado era el propio inventor.
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