Como es obvio para todos, patente significa en su primera acepción: claro, visible, manifiesto o perceptible. Etimológicamente viene del latín «patens», que significa que está abierto, que está al descubierto o manifiesto. Pero no es esta primera acepción del significado de la palabra la que a nosotros nos interesa, sino la tercera de la RAE, en la que ya aparece al término invención.
Si hablamos históricamente, y no etimológicamente o semánticamente, tenemos que remontarnos al antiguo régimen de la edad media y el denominado «iura regalia» o conjunto de derechos, prerrogativas y privilegios inherentes a los reyes. Que iban desde lo simbólico (como portar cetro o corona) hasta lo crematístico (como podía ser el derecho a acuñar moneda).
Este sistema jurídico de origen divino («por la gracia de dios») establecía, entre otros muchos privilegios de la corona, una serie de las así llamadas regalías (royalties en inglés, algo que ya nos va sonando más a nuestro campo de interés) o derechos de explotación mercantil de cualquier valor o bien (aduaneros, mineros, económicos, religiosos, etc.) reservados al trono, y que el monarca podía ceder temporalmente a cualquiera de sus súbditos como pago por los servicios prestados.
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