Era de suponer que con nuestros propios idiomas, los que enriquecen la piel de toro: gallego, catalán, euskera o español; los ayuntamientos de España no tendrían problema alguno. Pero eso es mucho suponer para nuestra idiosincrasia, y el vicio de tirar de Google Translate es arrebatadoramente tentador como para no sucumbir a él.
En todas nuestras comunidades autónomas bilingües es preceptivo que todos los funcionarios, incluidos los de la administración local, se examinen de los dos idiomas oficiales, con los que tendrán que trabajar, para demostrar su capacidad lingüística para desenvolverse en ellos. Y es de esperar que en todos los ayuntamientos sean capaces de expresarse en las dos lenguas oficiales de su comunidad, ya que son bilingües. Pues también es mucho esperar, según parece.
Y vuelve a repetirse la historia, esta vez en 2019, otras fiestas, en este caso las de San Sebastiá en Palma de Mallorca y otro uso esperpéntico de Google Translate. El ayuntamiento edita el programa de fiestas en los dos idiomas oficiales (catalán/mallorquín y español). Las imprecisiones semánticas y léxicas son de campeonato en su versión en español: empieza el programa de festejos afirmando «Las fiestas de San Sebastián ia son aquí para…» y termina despidiéndose con «Muchos de años y felices fiestas de San Sebastián» y entre medias el estropicio es inenarrable. De nuevo las escusas de las prisas y de que se usó traducción automática del catalán al español (claro está, sin revisar por nadie del concejo donde todos supuestamente son bilingües), según el alcalde (cuya foto encabeza tan astracanado programa de festejos) D. Antoni Noguera Ortega.
No se trata ya en esta última ocasión de un ayuntamiento, si no de una empresa privada, pero no puedo resistir la tentación de incluirlo en esta retahíla de despropósitos. Se trata del típico cartel de aviso a la entrada de una obra, en este caso en el País Vasco, que en todos sitios cuecen habas. En español en dicho cartel se puede leer «Prohibida entrada vehículos particulares», hasta ahí todo correcto. Pero la empresa traduce debajo al euskera dicha frase, utilizando un diccionario online (no sabemos si Google Translation o cual) como » Bilatu duzun hitza ez da hiztegian agertzen», que mira por donde, ¡oh sorpresas del mundo de la traducción!, significa en castellano: «La palabra que has buscado no aparece en el diccionario». Y sin problema alguno se cuelga dicho cartel a la entrada de la construcción.
A colación de lo anterior, no puedo resistirme a contar la anécdota histórica sobre traducción similar al caso anterior, pero sin traducción automática por los tiempos en que ocurrió. Los conquistadores españoles de América avanzando por la selva Lacandona de Méjico, sudando la gota gorda bajo el morrión metálico con el sol tropical y preguntando continuamente a los indígenas que se encuentran a cada paso: «¿Dónde estamos?…¿dónde estamos?». Siempre reciben la respuesta de algo que fonéticamente a ellos les suena a Yucatán.
Y así quedó bautizada esa tierra, y aún sigue, en cualquier mapa de la actualidad aparece la Península del Yucatán. Muy posteriormente, cuando la lingüística se ocupa del idioma de los mayas y de sus descendientes actuales, salta la liebre. Pues resulta que la transcripción fonética de Yucatán en ese idioma significa «No te entiendo». Desde luego no tiene el lirismo del nombre de los pabellones chinos («pabellón de la armonía eterna» o «pabellón de la longevidad serena») pero no deja de ser original denominar a una región «Península de no te Entiendo».
No quiero indagar en los oscuros motivo o ignotos orígenes en los que se basó el ínclito hidalgo o esclarecido adelantado español de turno, que en la conquista del Perú decidió bautizar a una cultura o tribu indígena como los «Chachapoya» a partir del vocablo nativo sachapuyos que significa «Hombres de la neblina». Ahí lo dejo.
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