Teniendo en cuenta que EE. UU. alega que hay brechas de seguridad que comprometen a las compañías que operan en China, concretamente, problemas en la protección IP (el identificador de un aparato cuando se conecta a una red) en el país, ¡Cómo no podíamos esperar menos! Donald Trump presionó a sus socios para que decidieran cuál era su posición, ya que, si optaban por la tecnología no fiable de China en sus redes 5G, ellos no compartirán información de seguridad e inteligencia, su fin es que inviertan en tecnologías 5G, pero de empresas ubicadas en países aliados. En un principio, Japón, Australia, Nueva Zelanda y Reino Unido optaron por la posición de Trump; más tarde lo apoyó Suecia y Noruega; sin embargo, algunos de los países europeos propusieron la investigación de toda inversión extranjera que se realice en el ámbito de la tecnología e infraestructuras estratégicas y que puedan comprometer la seguridad o el orden público. La mayoría optaron por soluciones mixtas, para que estas empresas no actúen en el core (el núcleo de su red de comunicaciones) que es donde se efectúan las operaciones más sensibles. Y, además, las agencias de inteligencia de la alianza llamada “Los Cinco Ojos o Five Eyes” formado por las grandes naciones anglosajonas: EE. UU., Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda tienen a Huawei como compañía “non-grata”, manifestando sus preocupaciones respecto a la relación de Huawei con el gobierno chino y han rechazado que esta compañía entre en sus territorios.
En toda esta trama no podía faltar para elevar la tensión a esta guerra comercial, primero Trump subió los aranceles por 200.000 millones de dólares (unos 176 millones de euros) en productos chinos y posteriormente, se produjeron detenciones. Todo sucedió el mismo día en que Donald Trump y su homólogo chino, Xi Jinping, se reunieron para acordar una tregua en el cual EE. UU. ya no incrementaría los aranceles. Primero, las fuerzas de seguridad canadienses detenían en Vancouver (el 1 de diciembre de 2018) a petición de Washington a Sabrina Meng Manzhou (directora ejecutiva de la firma e hija de su fundador, Ren Zhengfei), ya que presuntamente consideró que Huawei usó una subsidiara para evitar las sanciones financieras impuestas sobre Irán. Por supuesto, Le Yucheng, convocó al embajador estadounidense, Terry Branstad, y le exigió que se retirase la orden de detención que pesaba sobre Meng Wanzhou. Y unas semanas después, se produjo otra detención, la de Wang Weijing (el feje de venta en Polonia de la multinacional de telecomunicaciones del gigante asiático) junto a un funcionario polaco de los servicios de seguridad estatales (que trabajó en el pasado en la empresa de telefonía Orange) pues sospechaban que podrían haber colaborado en tareas de espionaje para el gobierno chino contra los intereses polacos, algo que la compañía niega. Un juzgado de Varsovia decretó prisión preventiva para ambos, enfrentándose a penas de hasta diez años de prisión. Por su parte, Huawei anunció el despido de su directivo en Polonia y afirmó que cumple con todas las leyes de los países donde operan.
Es preciso señalar, que a las pocas horas después de la detención de Meng Manzhou, como represalia, se arrestó a los canadienses Michael Spavor y Michael Kovrig en China y fueron condenados por espionaje por el régimen de Beijing.
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